Bienvenida a mi blog, buenorra. No sé si eres nueva por aquí o eres de las veteranas, pero ponte cómoda porque lo que vamos a tratar hoy merece una conversación atenta y extendida.
De lo que te quiero hablar es de ese momento de miércoles en el que, justo después de comer algo más o menos adecuado, te invade el sentimiento de culpa que te hace sentirte pequeñita y poco valiosa.
Sentir culpa después de comer es una experiencia demasiado común entre las mujeres, especialmente para aquellas que han desarrollado a lo largo de su vida una relación complicada con la comida.
Y aunque es algo que se ha normalizado, este sentimiento es devastador y afecta tanto a tu bienestar emocional como físico.
Por eso, en este post, quiero explorar contigo el por qué de que te sientas así de culpable al comer ciertos alimentos, y cómo etiquetar los alimentos como “buenos” o “malos” contribuye a sentir culpa.
Y lo más importante: cómo puedes romper con este ciclo de culpabilidad infinito para mejorar tu relación con la comida.
La culpabilidad y su impacto en tu bienestar emocional
Empecemos por el principio, porque esto tiene miga.
La culpabilidad que está relacionada con la comida suele surgir de la percepción de que hemos “fallado” a la hora de mantener una dieta estricta, o cuando no cumplimos con ciertos estándares de alimentación tildados como saludables.
Por eso este sentimiento puede llevar a una serie de consecuencias negativas para nosotras, como por ejemplo:
- La preocupación constante sobre lo que deberíamos comer o no, aumentando los niveles de estrés y ansiedad innecesariamente.
- La restricción severa de alimentos después de haber sentido esa culpabilidad por haber comido algo “prohibido”, solo para terminar teniendo atracones más tarde.
- La sensación de pérdida de control sobre nuestros hábitos alimenticios, afectando a nuestra autoestima y autoconfianza.
Estos son solo tres ejemplos, pero hay muchas más consecuencias de la mala relación con la comida y el sentimiento de culpabilidad.
El hecho de vivir inmersas en una sociedad donde la infoxicación sobre el bien y el mal es la norma, hace que constantemente dudemos de nosotras mismas y de nuestra capacidad para tomar decisiones adecuadas para nosotras.
Si echas un vistazo rápido a las redes sociales, podrás ver polos opuestos constantemente: gente que comparte vídeos comiendo de forma desmedida ultraprocesados, azúcar y alimentos no naturales (mientras se jacta de ello), y, por otro lado, gente polarizadas en el extremo opuesto demonizando todo aquello que no sea lo que ellos creen que es beneficioso para la salud.
Sin olvidarnos, por supuesto, de todos esos mensajes que nos llegan a diario en los que nos dicen que si no cumplimos con una serie de checks, no somos suficientes (ser productivas, ser buenas madres, ser buenas empresarias, hacer deporte a diario, comer como pajaritos, etc.).
Y esto, aunque parezca inofensivo, nos acompaña a la hora de llevarnos algo a la boca, provocando que dudemos hasta de cómo nos llamamos.
Pero una de las principales causas de la culpabilidad es esta:
La mala costumbre de etiquetar a los alimentos como “buenos” o “malos”
Al clasificar ciertos alimentos como “malos”, estás creando una mentalidad de restricción que te puede llevar a sentirte privada, dándote unas ganas irrefrenables de darte atracones de vez en cuando.
Pero es que no todos los alimentos afectan a todas las personas de la misma manera.
Lo que puede ser malo para una persona, puede ser perfectamente aceptable para otra. Lo que ocurre es que al haber etiquetado algo como “malo”, automáticamente desencadena sentimientos de culpa y vergüenza en ti al consumirlos, perpetuando el ciclo negativo.
Por eso lo de etiquetar como bueno o malo un alimento es simplista. Porque la complejidad de la alimentación y la relación con la comida es infinitamente superior a esta manera de etiquetar lo que comes.
Todos los alimentos tienen su lugar en una dieta equilibrada, incluso aquellos considerados menos saludables cuando se consumen con moderación.
Las necesidades nutricionales varían de una persona a otra y dependen de su contexto, de su actividad diaria, de su estado de salud, de su genética… por lo que aquello que es saludable para una persona puede no serlo para otra.
Al dejar de etiquetar los alimentos, podrás empezar a verlos de manera más neutral y empezarás a disfrutar de una relación más equilibrada y saludable con lo que comes.
¿Cómo romper el ciclo de la culpabilidad al comer?
Romper el ciclo de la culpabilidad al comer requiere un cambio de mentalidad y la adopción de nuevas estrategias. Y como hoy me pillas de buenas y con ganas de aportar al mundo, voy a compartir contigo algunas sugerencias para mejorar tu relación con la comida desde hoy mismo:
- Practica la alimentación consciente: escucha a tu cuerpo y come cuando tengas hambre. Deja de comer cuando te sientas satisfecha, sin importar qué tipo de alimentos estés comiendo.
- Permítete disfrutar de todos los alimentos: en lugar de prohibirte ciertos alimentos, date el permiso de disfrutarlos con moderación. Esto te ayudará a reducir los antojos y a evitar los atracones.
- Concéntrate en la nutrición, no en la restricción: enfócate en agregar alimentos nutritivos a tu dieta en lugar de restringir los que consideras malos. Esto puede ayudarte a adoptar una mentalidad más positiva hacia la alimentación.
- Desarrolla una mentalidad de abundancia: en lugar de pensar en que estás dejando de disfrutar de la comida, piensa en maneras de recompensarte cuando comas, de forma saludable, y honra tu cuerpo (sea cual sea su forma) por el regalo que es simplemente vivir en él.
- Busca apoyo profesional: un nutricionista y/o un psicólogo especializado en nutrición emocional pueden ayudarte a desarrollar una relación más saludable con la comida.
Atendiendo al último punto en concreto, si sientes que la culpabilidad al comer está afectando a tu bienestar y a tu relación con la comida, te invito a agendar una sesión uno a uno conmigo.
Juntas, exploraremos tus emociones y hábitos alimenticios y trabajaremos en estrategias personalizadas para ayudarte a liberarte de la culpa y así desarrollar una relación más equilibrada con la comida.
Pero es posible que, aunque hayas leído hasta aquí, sientas algunas dudas de si realmente yo, Ana Morales, psicóloga especializada en nutrición emocional, te puedo ayudar.
La respuesta es un sí como una catedral.
Pero como yo no puedo ser objetiva, te dejo para terminar algunas preguntas frecuentes que les surgen a mis pacientes antes de empezar a trabajar conmigo.
Estas son las dudas más frecuentes antes de dejarse ayudar
- ¿Qué es la nutrición emocional?
La nutrición emocional se centra en cómo nuestras emociones afectan a nuestros hábitos alimenticios y en cómo podemos desarrollar una relación más saludable con la comida mediante el manejo de estas emociones.
- ¿Por qué siento culpa al comer ciertos alimentos?
La culpa suele surgir de creencias y hábitos culturales que clasifican los alimentos en buenos y malos, y la percepción de que no cumples con ciertos estándares dietéticos.
- ¿Cómo puedo empezar a practicar la alimentación intuitiva?
Comienza prestando atención a las señales de hambre y saciedad de tu cuerpo y permitiéndote comer cuando tengas hambre, deteniéndote cuando estés satisfecha, sin importar qué tipo de alimentos estés comiendo.
- ¿Puede la terapia ayudarme con mis problemas de alimentación?
Sí, la terapia puede ayudarte a explorar y manejar las emociones subyacentes que afectan a tu relación con la comida, y a desarrollar estrategias para una alimentación más equilibrada y saludable.
Si hasta aquí te ha vibrado lo que has leído y te has sentido identificada con aquella mujer que pide ayuda cuando lo necesita para empezar a sentirse mucho mejor en todos los sentidos, ¡enhorabuena!
El siguiente paso es hacer clic aquí y agendar una primera sesión conmigo para empezar a trabajar en ti.
Y si este post te ha gustado y has pensado en alguien mientras lo leías, compártelo para que llegue a cuantas más mujeres mejor. Solo así conseguiremos dejar de ser víctimas y pasaremos a ser capitanas de nuestra imagen, nuestro cuerpo y nuestra vida.
Si tienes sugerencias, dudas o alguna aportación interesante que hacerme al respecto, te leo en comentarios.
¡Hasta pronto!