Venga va, voy a empezar rompiendo el hechizo: las dietas no funcionan.
¿Ninguna?
Ninguna. No funciona ninguna.
Sobre todo esas que llaman dietas milagro… a esas ni te acerques. Restringir alimentos en tu día a día solo va a servir para que, cuando tengas un día flojo, te vayas con los pies vueltos a jartarte de eso mismo que te prohibiste.
La única dieta que funciona es una en la que le des alimentos de calidad a tu cuerpo cuando él te lo pida y con unas cantidades con las que te sientas cómoda. Y eso no es una dieta. Es un hábito saludable.
Ojo, cuando digo “que tu cuerpo te lo pida” me refiero a cuando tengas hambre, no a cuando sientas ansia viva por comerte 18 donuts de una sentada.
Eso es hambre emocional y estaríamos hablando de otra cosa.
¿Vas viendo por dónde voy, verdad?
En este post quiero hablarte de varias cosas relacionadas con este mal concepto que nos ha venido la industria de la belleza durante tanto tiempo y que (por fin) empieza a oler a rancio.
Si te quedas conmigo, puede que te vayas de aquí con un plan nuevo para hacer frente a tu bienestar físico y mental.
Vamos allá.
Las dietas no funcionan, pero eso tú ya lo sabías
Es posible que si has escrito en Google eso de “cuál es la mejor dieta del mundo…” sea porque estás harta de probar remedios milagrosos que parecen un planazo pero que terminan siendo un fiasco y que te dejan igual (o peor).
Pero todavía tienes una pequeña esperanza de que haya algo que te salve el verano, o la entrada del año nuevo, o el vestido para la boda de tu prima.
Si lo que esperas es adelgazar tropecientos kilos de golpe en una semana, siento ser yo la que te diga que ni dejando de comer eso va a ocurrir.
Pero tampoco si te lo planteas de cara a 3, 5 o 9 meses.
¿Puedes perder peso con una dieta estricta y ejercicio recomendada por tu entrenador personal o tu nutricionista?
Sí, no seré yo la que demonice estas prácticas.
Pero lo que va a pasar es que, una vez dejes esa rutina por lo que sea, volverás a caer en la misma espiral que te encontrabas antes de dar ese paso y te vas a sentir como una auténtica mierda.
¿Por qué pasa eso?
Porque casi nadie cae en la cuenta de que sin aceptación corporal, sin autoescucha, sin revisión de creencias y patrones de conducta… nada de lo que pruebes para perder peso será definitivo.
Aun así, en el estudio llamado “Preocupaciones, percepciones y hábitos en relación al control de peso corporal en diversas poblaciones españolas” se observó que:
- El 66% de la población quiere perder peso.
- El 73% coincide con que el principal motivo para querer perder peso es la estética.
- Al menos un 40% de las mujeres se declararon autodidactas a la hora de introducir cambios en su alimentación.
- También, que las dietas se acababan abandonando por cansancio y falta de voluntad, con una duración media de 2 meses.
¿Te resultan familiares estos resultados?
A mí sí.
Si soy tan tajante al decir que las dietas no funcionan es porque yo las he probado todas antes de dar con la clave definitiva.
¿Y qué clave es esa?
¿Una píldora milagro? ¿Una operación estética? ¿Una grapa en el estómago?
Nada de eso, amiga, ni parecido.
Vente conmigo que te lo cuento en el siguiente punto.
Recupera tu poder a base de buenas dosis de autoamor y verás cómo cambia el cuento
¿Te temías que fuesen por aquí los tiros?
Bueno, pues dame una oportunidad para convencerte de que las dietas son una pantomima y que el verdadero resultado se encuentra en tu interior (qué bonito me ha quedado, joder).
Estos son los puntos comunes que suelen tener las personas que “necesitan” hacer dieta para sentirse bien consigo mismas:
- Desde la niñez han visto como en su entorno se ensalza la delgadez y no hay cabida para los piropos en personas con sobrepeso.
- En el instituto lo pasaron mal porque no encajaban con el cánon estético y eso les supuso algún que otro problemilla para relacionarse con el resto.
- Aprendieron a compararse con sus amigas, sus primas, cantantes, actrices, modelos…etc.
- Se desconectaron de sus necesidades, se construyeron una máscara y buscaron la solución a su malestar en su apariencia estética.
- Han probado diferentes maneras de encajar en lo que la sociedad les pide y al no conseguirlo con su cuerpo, lo han hecho a través de la autoexigencia en el trabajo, en la familia, etc.
- Su cuerpo cambió, su ansiedad aumentó y su mundo se hizo cada vez más pequeño, dejando de atenderse para no sufrir.
- Creen que su valor está en la aprobación del exterior y hubo un momento en el que dejaron de poner límites.
- La comida es su refugio en momentos de ansiedad. Engullen y no disfrutan del acto de comer porque lo han relacionado con algo “sucio”.
- Se sienten juzgadas continuamente, por eso sacan fuerzas de donde no las hay para probar de nuevo con una dieta y así evitar las miradas perdonavidas cuando llega el verano.
- Empiezan la dieta motivadas y al poco tiempo la abandonan por no poder gestionar la ansiedad y el malestar que sienten a pesar de su esfuerzo.
¿Qué? ¿Te sientes identificada?
Quiero que sepas que no estás sola, pero también quiero decirte que terminar con esta situación es solo decisión tuya.
Cambiar esa rueda de autoboicot y empezar a funcionar de una forma más beneficiosa para ti y para tu salud física y mental es posible, pero no tiene nada que ver con las dietas.
La terapia psicológica especializada en nutrición emocional es la clave para empezar a tomar consciencia de cuál es el verdadero problema y descubrir la razón principal de tu sobrepeso.
Y mira tú por dónde yo puedo ayudarte con esto.
La psicología especializada en nutrición emocional me cambió la vida
Gracias a esta rama especializada en lo que hay detrás de los malos hábitos alimenticios y de autocuidado, pude darme cuenta de que yo no era la culpable de lo que le estaba sucediendo a mi cuerpo.
Pude ver cómo a lo largo de los años me había ido enterrando debajo de kilos y kilos de comida basura para ahogar mi llanto.
Me di cuenta de que nunca nadie me había enseñado a poner límites y eso había provocado un estado de desequilibrio entre lo que quería, lo que sentía y lo que decía.
Me callaba, comía y seguía con mi vida.
Cada vez más triste, cada vez más gorda.
Me miraba al espejo y me odiaba, no me gustaba lo que veía y me sentía culpable de no haber sabido pisar el freno antes de llegar a ese punto.
Sentía que por estar gorda no merecía que me tratasen bien, que me lanzaran halagos y que ni siquiera yo misma me hablase con cariño.
O sea, una espiral de autodestrucción que acabó desembocando en una depresión mayor que me tuvo ingresada en el hospital alrededor de un mes.
Por eso me niego a perpetuar la creencia de que las dietas son la solución…
¿La solución a qué?
¿Quién se inventó eso?
Mi consejo es que te rindas y te dejes ayudar, porque solo de esta manera conseguirás ver los cambios reales que buscas tanto en tu cuerpo como en tu vida.
De momento, te animo a que te descargues mi ebook ‘Una historia triste… con un final apañao´ + 7 recomendaciones de contrapeso’, donde te cuento más a fondo cómo conseguí dar este cambio de 180º a mi vida.
Quién sabe, lo mismo te das cuenta de que la operación biquini son los padres y te animas a probar algo nuevo.
Ha llegado el momento de despedirse.
Espero que este post te haya servido de ayuda y que haya despertado en ti ese amor propio que tantas ganas tiene de debutar.
Nos leemos en el siguiente post.
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Y si tienes sugerencias, dudas o alguna aportación interesante a este tema, te leo en comentarios.
¡Hasta pronto!